mayo 11, 2011

Eres Imposible Segunda Parte

CAPITULO ONCE

Sí; No; Por fin
Era el día. Un sí o un no. Yo tenía clara la respuesta. No necesitaba esperar.
Llamé a la Natalie para contarle lo que estaba pasando. No me contestó.
Salí a las cuatro de la facultad. Llevaba conmigo el saxo. No quería volver aún a casa. Tenía algunos billetes sin rumbo en mi bolso. Me paseé por el centro viendo las tiendas.
Y ahí se me ocurrió comprarle un regalo de despedida a Lou. Le compré un diario con imágenes de ballet. Compré también unos pasteles en mi pastelería preferida “El Placer de la Culpa”, sus tortas y pasteles son los mejores.
Cuando ya me decidía por partir a casa, pase por una plaza pequeña con dos columpios y una banca. Estaba vacía y yo me moría de hambre. Me senté en la banca a comer uno de los pasteles que había comprado recién. Saqué el de café con chocolate.
Al primer mordisco, me suena el celular. Era Yoel.
-          Hola hermano.
-          Hola Amy, ¿Cómo estás?
-          Más o menos.
-          ¿Qué pasó?
-          Ya tú sabes.
-          Puede ser pero, ¿de qué se trata?
-          De Lou.
-          Ah.
-          Sí…ah.
-          ¿Acaso ya te contó su decisión?
-          No necesito que me cuente para saber su decisión.
-          Oye.
-          Dime.
-          ¿Quieres hablar?
-          Estamos hablando.
-          Me refiero en persona.
-          ¿Dónde quieres juntarte?
-          ¿Por qué no vienes a la casa del Coke?
-          ¿El Coke aún no llega?
-          No, sale a las seis de la facultad.
-          Bueno, iré.
Me fui directamente a la casa del Sebastián, y de mi hermano, temporalmente. Guardé el regalo de Lou en mi bolso. Llegué en poco tiempo y me estaba esperando con una rica taza de café con galletas.
-          ¿Cómo va todo?-comenzó él la conversación
-          Muy bien, conocí a un chico.
Ahí casi bota medio café el piso. Se atragantó.
-          ¡Cielos! ¿Por qué tanta impresión?
-          No por nada…
-          Mm, ¿Qué quieres hablar conmigo tan urgente?
-          Es sobre Lou y yo.
-          ¿Volvieron?
-          Em.
-          ¿Qué ocurre?
-          Nada, solo que, no sé si volvimos o no.
-          ¿Cómo es eso?
-          Bueno no se trata de eso, ¿tú sabes que yo me iré a Francia?
-          ¿¡Al final podrás!?
-          Sí, gracias a la escuela de francés, me pude conseguir un departamento pequeño cerca de la universidad.
-          ¡Es perfecto! ¿Cuánto dinero has ahorrado hasta ahora?
-          Más de tres millones.
-          ¡Es mucho! ¿Cómo lo haces?
-          Y los papás me aportaron, y ahora tengo más de cinco en mi cuenta de ahorro.
-          ¡Me alegro mucho hermanito!
-          Sí, estoy muy satisfecho con todo, sé que me irá bien allá en Francia.
-          Sí…Francia.
-          ¿Y ese nuevo sujeto que conociste?
-          Ah sí…se llama Teo, y también es amante del saxofón.
-          Parece que llegó justo cuando necesitas olvidarte de Lou.
-          ¿Cómo dices Yoel?
-          Eso mismo, yo sé que aún amas a Lou.
-          ¿Bueno y?
-          Nada, nunca me lo dijiste.
-          ¿Y para qué te lo iba a decir? No hace falta.
-          Me sorprende que seas tan notoria con tus sentimientos, eres demasiado expresiva.
-          ¿Y volvieron o no?
-          ¡Ya te dije que no sé!
-          Ay que eres idiota.
-          ¿Disculpa?
-          ¿Eres sordo? Eres un idiota Yoel.
-          Basta de ofenderme, no hace falta, además, ¿a qué va eso?
-          ¿Cómo puedes estar perdiéndote un chico como él?
-          ¿Tú sabes lo que pasó cierto?
-          ¡Deja de pensar en el pasado y enfócate en el futuro! ¿Qué quieres tener en un futuro cercano? ¡Apuesto que alguien con quien estar! Y lo tienes en bandeja, ¡abre los ojos hermano!
-          ¡Entiende que él no quiere nada conmigo!
-          Está confundido, no sabe para donde ir, con suerte sabe su nombre y qué es él. Está igual que tú, los dos son unos llaneros solitarios, que están constantemente pensando en el otro. ¿Cómo no se dan cuenta? ¡Hasta trabajando en la misma heladería!
-          ¿Por qué metes a la heladería?
-          Si tú fueras un kiwi, y Lou helado de chocolate, jamás hubieran pensado de que juntos son el mejor complemento. Tú con tu acidez y esa bomba vitamínica de vivir, junto a la dulzura de Lou y esa capacidad de ser codiciado. ¿No notas la química?
-          Sólo sé que me dio hambre.
-          ¡Ves! Eres un idiota que no comprende o tal vez no quiere volver a sentir lo mismo.
-          ¿Sentir lo mismo?
-          Exacto…esa pasión y amor por alguien.
-          Esa pasión y amor que hablas casi me mata.
-          ¡Por favor no exageres!
-          No exagero.
-          ¡Deja de desperdiciar el tiempo, recupéralo por la chucha!
-          ¡Deja de alterarte!
-          ¡Me desesperas!
-          ¿Por qué te preocupa tanto el hecho de que no quiera volver con él?
-          Porque…pues.
-          ¿Te sientes culpable por haber roto nuestra relación a causa tuya?
-          Además de eso, no puedo evitar sentir celos de ti.
-          ¿¡Celos!?
-          Yo nunca podré tener el amor de Lou, ni pretendiendo ser hombre, ni nada, y tú siéndolo, y verte desperdiciando esa oportunidad de poder volver, ¡porque él se muere por ti! ¡Me enrabia!
-          Ya hablamos Amanda.
-          ¡¿A sí?!
-          Y pasó lo que tenía que pasar.
-          ¡¿Tuvieron sexo?!
-          ¡Amanda! ¿Crees que eso es lo único que pudo haber ocurrido?
-          Bueno, en la forma que lo dices me hace pensar cualquier cosa.
-          Extrañaba tus malos pensamientos.
-          Anda al punto hermano.
-          Siempre lo sabes Amy…sí, no puedo negarlo pero, he tenido miedo de sentir lo mismo que antes por Lou. No me di cuenta hasta que hablamos en los vestidores del trabajo.
-          ¿Hace cuánto fue esa plática?
-          Hace una semana.
-          ¿Ahora reconocerás que ya no puedes vivir sin él?
-          Eso es exagerar, pero él me hace sentir vivo.
-          ¡Por fin! Te has ganado la lotería.
Saqué una bolsa de tela con una cinta de mi bolso. Es mi regalo para Yoel, antes de que se vaya a Francia.
-          Toma.
-          ¿Un regalo para mí ahora?
-          Sólo ábrelo.
-          Bien.
Lo abrió.
-          ¿Por qué me das esto?
-          Te servirá mucho, es suficiente como para mantenerte un mes.
-          Gracias pero, no debiste.
-          Es lo menos que puedo darte.
Sonó mi teléfono. Era papá.
-          Hola pá, ¿Qué ocurre?
-          Es la mamá, está en el hospital, tuvo un sangra miento.
-          ¡¿Sangra miento?!
-          Es posible que tu madre haya perdido al bebé.
-          ¡Ay no!
-          Estamos en el hospital de Gran Avenida.
-          Voy para allá con Yoel.
-          Nos vemos.
Colgué.
-          ¡¿Qué está pasando Amy?!
-          La mamá parece que tuvo un aborto espontáneo.
-          ¡Mierda!
Corrimos hacia el hospital. Aún no podía dejar de pensar en la decisión de Lou, pero ahora tenía otra preocupación.
Llegamos al hospital y nos dejaron en la sala de espera a ver el diagnóstico y el estado del bebé.
Lo había perdido.
Acompañamos a mi mamá en su tristeza. Realmente mi madre quería tener otro hijo. El doctor le dijo bien claro que podía fácilmente tener otro bebé. El problema era que mi mamá tiene más de cuarenta y cinco, y si ya no le funcionó tener este, difícil poder tenerlo después. Tendría que prácticamente no hacer nada. Y ella no hará eso. Creo que sus deseos ya no podrán ser posibles.
-          No importa mamá, mejor adopta.
-          Me siento tan débil ahora.
-          Quedará internada una noche, la cuidaremos bien.
El doctor nos dio la seguridad y tranquilidad que necesitábamos. Nuestro papá se quedó con ella y nosotros nos fuimos como a las ocho. Mañana los dos teníamos que volver a nuestra labor. Antes de separarnos, Yoel me dio su dirección en Francia. ¿Acaso sabrá que iré a verlo? Muy posible.
Llegué a mi dulce hogar. Esperaba que Lou se encontrara con la merienda lista. Pero al entrar no había nada de eso. Sólo vi un par de mamíferos hambrientos y deseosos de compañía.
Le di de comer, y aproveché de hacerme algo a mí. Llamé al teléfono de Lou para saber si llegaría luego para prepararle algo también. Pero no me contestó, como siempre. Le dejé un sándwich en la mesa y me fui a mi habitación.­­­ Revisé si tenía alguna tarea pendiente o algo que repasar.
Eran las nueve de la noche, y aún no llegaba. ¡Detesto cuando no contestan el teléfono! ¡No avisan ni nada! ¡Idiota!
Fui a hacerme un agua de hierbas para calmar los nervios y vi a mi gata Molly sentada al frente de la puerta de entrada mirándola intensamente. Presentí que alguien podría estar parado ahí, afuera. Y no se me ocurrió nadie más que Lou. Aunque mi vecino también podría estar ahí, pero no era el caso. Sabía que era él, dudando si entrar o no.
Entonces vi por el pequeño agujero de la puerta para corroborar mis sospechas. Pero no vi a nadie. ¡Era imposible que no hubiera nadie! Mi gatita seguía mirando con ahincó.
Decidí abrir la puerta y salir de la duda de forma definitiva. Al abrirla, un cuerpo con fuerza cayó al suelo de espaldas. Lou estaba sentado en el suelo apoyado en la puerta.



ISA SENSEI

Eres Imposible Segunda Parte

CAPITULO DIEZ

Información; Segunda Cita; Aceptación
Lou le contó a mi hermano sobre la proposición de la directora de ballet. No me mencionó sobre su reacción, pero me imagino que fue de sorpresa. Logré sacarle información de sus avances con Yoel. Bueno, avances no son, sino más bien, intentos.
No quiere admitir que sí quiere volver con él. Yo ya me cansé de hacer que los dos entraran en razón individualmente. Obligué a que Lou invitara a Yoel a una cena “romántica”. Obviamente, no le dijo cena romántica. Fue una invitación a salir. Sólo salir.
Pero ya está planeado, por mí. Irán al restaurant de su primera cita. Esa información se la sustraje a mi hermano hace mucho tiempo. Cuando Lou y Yoel recién se estaban conociendo.
Ahora que lo pienso mejor, jamás supe exactamente donde fue que se conocieron. Pero debería de no interesarme. Ahora debo de mantenerme más al margen de la vida de mi hermano. Siento que así es como quiere que sea nuestra relación ahora. Por cómo me trata, es evidente que aún tiene recelo. No me ha dicho que no quiere que me interese en su vida, o que no lo ayude en algunos temas. Pero puedo deducir su poco apego.
Era sábado. Falta un día completo para que Lou le responda a su directora. Ha ido todos los días a la academia a practicar. Siguen felicitándolo por sus saltos y perfectos lifts. En esa academia hay hombres y mujeres. Partió en uno de puras mujeres. Se reían al verlo. Pero su coraje lo llevó adelante. Ahora en el equipo de bailarines hay seis mujeres y cinco hombres. Y Lou es la estrella. Me imagino que en el tiempo que dejó la academia estuvo practicando igualmente en su casa. Lo doy firmado.
Cerré el libro que leía. Se llama “Los ojos que no ven”. Muy bueno, habla de que las personas que no son ciegas, lo son, y las que son ciegas, ven todo con claridad. Es algo bastante contradictorio, pero cierto.
Decidí levantarme a preparar el desayuno. Lou aún no se hacía presente. Son las diez con treinta y sigue su puerta cerrada. No quise interrumpirlo y fue tranquilamente a tostar un par de rebanadas de pan y hervir agua para dos café con leche.
Toqué su puerta para llevarle el desayuno. No respondía. Me atreví a abrir la puerta. No estaba.
Había una nota en su almohada. Había dejado la cama armada. Impresionante.
Había ido a la casa del Coke. Es obvio que es para encontrarse con mi hermano, y no con el Seba.
Bueno, no me queda más que comerme los dos desayunos. Aprovecharé y saldré.
Llamé a Teo. Nos juntaremos a almorzar y luego a tocar en los buses. Divertido panorama de sábado. Me hará olvidar lo de Paris. No hemos vuelto a hablar sobre eso. Quiero esperar hasta conocer la decisión de Lou. Antes, no haré nada.
Pero sé que la salida de los dos tortolos aún está en pie, y se hará, como lo planeé. Se llevará a cabo el día martes. Esos días hay descuento en el restaurant.
Horas más tarde me junté con Teo. Y sí, era nuestra segunda “cita”. Nos pusimos de acuerdo con lo que íbamos a tocar mientras comíamos. Nuestros gustos musicales eran muy parecidos. Pareciera que Teo me había caído del cielo para vivir con él nuevas experiencias. Y se lo dije. Se rió un montón. Me dijo que yo también le había movido el piso a él. ¿Movido el piso? Se siguió riendo. Sinceramente, este chico tiene algo del Tiago, siento que es igualmente protector que él.
Recaudamos más de dos mil. Bastante para ser nuestra primera vez de dueto. Una segunda cita muy poco romántica, y eso me agrada. Ni ahí con lo cursi o romántico me dijo él. Absolutamente de acuerdo, le respondí.
Nos despedimos dejando lista otra cita para el próximo fin de semana. Llamé a Lou para saber si llegaría luego al departamento, y para preguntarle cómo le había ido en la casa del Coke.
Me contestó algo agitado…y la señal no era buena. Ni idea de donde estaba. Me dijo que había salido con Yoel a conversar sobre lo del viaje. Y su viaje. Contaron sus ganancias, y lo que les faltaba. Averiguaron el costo del pasaje a Francia.
Lou por el solo hecho de ir con la compañía, obtendría estadía, comida y trabajo de una. Pero eso es, porque está trabajando para pagarse todo, además la academia de Milán, tiene bastante espacio para tener invitados.
Pero mi hermano era el problema. Tenía que conseguir alojamiento, comida y tener dinero para pagarse los estudios. Lou le ayudará a pagarse la universidad.
Queda como tarea buscar algún tipo de pensión en Francia. Es posible que la universidad tenga becas de residentes. Sería bueno.
Volvería a las nueve. Dudo que llegue puntual.
Al colgar, en mi consciente pensaba que lo que ganara tocando con Teo en los buses, podría dárselo a Yoel. ¿Será buena idea? No creo que los rechace, si lo hace, lo golpearé.
Llegué a mi departamento. Tiré todo encima de mi escritorio. Me saqué los zapatos y me lancé a mi cama. Respiré profundamente y sonó el teléfono.
Contesté y al otro lado era una voz familiar. ¿Cómo confundir a mi buen amigo Sebastián?
Le conté sobre Teo. Él sobre una chica de la facultad, parece que están juntos, o probando. Platicamos sobre el viaje de Yoel. Y me contó la mejor noticia de todas. Mi hermano dejó el trago. ¡Fantástico! Aún vive con él. Se han hecho inseparables, son uña y mugre. Hablamos como treinta minutos.
Se hicieron las nueve y no llegaba Lou. No es que lo estuviera esperando, pero me preocupa que le pase algo en el camino. Me sigue intrigando el porqué me contestó así de agitado. No será que… ¡Ay! Las cosas que pienso, pero puede que… ¡Basta! Jajá.
Pasaron diez minutos y no se aparecía. Me empecé a preocupar. Agarré mi celular para llamarlo. Pero desistí. Lo esperaré. Si llega, llegará, tarde o temprano. Espero que no le haya pasado nada.
Ahora que recuerdo. Lou no quiere que le cuente a nadie que vive conmigo. Me pregunto si le habrá contado a Yoel eso. Me parece que no lo hará.
Me dediqué a hacer tareas de la facultad. Tenía una del taller de nutrición y otra de la clase de técnica culinaria.
Cuando mis esperanzas se disipaban a las nueve con cuarenta minutos de que Lou llegara, revisaba la alacena para hacer la lista de compras del supermercado. Sentí que la manilla de la puerta giró. Quise jugarle una pequeña broma, porque sabía que era Lou. Apagué la luz de entrada y dejé el departamento en penumbra. Abrió la puerta y me escondí detrás de la puerta. La cerró cautelosamente, no veía nada. Caminó dos pasos, prendí la luz y lo sorprendí con un ¡Bú!
Se asustó un poco. Yo sólo reía.
-          ¡Qué buen humor tienes Amy!
-          Sí, me siento muy bien, ¿Cómo te fue con mi hermano?
-          Am, bien, muy bien.
-          ¿Por qué estabas tan agitado cuando contestaste el teléfono?
-          Eh, es que estábamos corriendo.
-          ¿Corriendo?
-          Sí, corriendo.
-          Bien…-no le creo, para nada le creo.- ¿Quieres algo de comer?
-          No, no tengo hambre.
-          Hm, okey, yo estoy haciendo tarea de la facultad.
-          Ok, no te molesto.
Me regresé a mi cuarto a terminar las tareas. Lou estaba raro. Pero no me preocupa eso. Lo bueno es, que ya no se está cortando, y veo que está más animado. Veo que está recuperándose por la pérdida de su madre.
Se encerró en su habitación. Tenía una sensación de sequedad en mi boca. Pero no porque tuviera sed, sino porque, quería hablar con él. Lo pendiente.
A las once fui a su cuarto. Esperaba que estuviera despierto. Abrí su puerta y tenía la luz apagada, y estaba acostado. Igual pasé.
Me senté en el borde de la cama. Me quedé observándolo. Estaba durmiendo, o dormitando, una de las dos. Tenía una expresión tranquila.
Me volví a mi pieza, y me puse el pijama. Volví donde Lou, y me acosté con él.
Le hablé en el oído. Bajito. Lo abracé y pareciera que hubiera reaccionado. Creo que lo desperté de su pequeña siesta.
-          No quiero que te vayas Lou, pero tengo que dejarte ir.
-          ¿Dejarme ir?
-          Tienes que cumplir tus sueños, y yo los míos.
-          Amanda…yo tampoco quiero dejar esta ciudad.
-          Sigues hablando de la ciudad.
-          A ti tampoco quiero dejarte.
-          No arregles las cosas a último momento.
-          No las estoy arreglando, es verdad Amy.
-          Te extrañaré mucho, me harás falta en esta casa.
-          Aún no acepto.
-          Lou, no nos veamos la suerte entre gitanos.
-          ¿Ah?
-          Aceptarías hasta con los ojos vendados.
-          Bueno yo…
-          ¡Ay Lou! te amo.
Me puse encima de él y lo abracé.
-          Amanda, pesas harto.
-          ¿Te estoy aplastando?
Me levanté y me senté encima de sus piernas. Aún tenía ojos de dormido.
-          Mejor te dejo dormir.
-          No, quédate.
-          ¿Quieres que me quede a darte lata?
-          No me das lata, eres muy buena compañía.
Se sentó y quedamos mirándonos cara a cara.
-          ¿Mañana a qué hora tienes facultad?
-          A las nueve.
-          ¿Levantémonos a las siete?
-          Bueno.
Nos pusimos a dormir uno al lado del otro.



ISA SENSEI