mayo 09, 2011

Eres Imposible Primera Parte

CAPITULO SIETE

Recuperación; Me gustas; Inanición
Un nuevo comienzo de semana. Cien por ciento recargada, nuevamente.
Con un nuevo objetivo en mente. Ya saben.
En la mañana fui directo a buscar al Tiago. Desgraciadamente al parecer no había llegado aún, y tocaron la campana para entrar a clases.
Pensé en esperar hasta la hora del almuerzo, pero habría mucha gente en el comedor, asique en el primero recreo, fui a buscarlo nuevamente.
Primero revisé su sala, y nada de él. Entonces decidí preguntarle a un amigo suyo. Él me dijo que podría estar en el comedor leyendo. Y me dirigí al comedor.
Me asomé para ver si estaba. Se encontraba sentado leyendo, como me lo había dicho su amigo, y no dudé de ir a encararlo.
-          ¿Dónde está?
-          Haber princesa, ¿Dónde está el dilema?
-          ¿Dónde está mi peluca estúpido?
-          ¿Ésta?-saca una peluca de su bolso
-          Pues, es la única que tiene, ¿o acaso andas persiguiendo a otros que usen peluca?
-          ¿La quieres?-mueve la peluca de un lado para otro+
-          No empecemos un juego de niños, ¿te parece?
-          Pero princesa, así es más divertido, hagamos un intercambio.
-          ¿Qué quieres?
-          Bésame.
-          Bueno, eso es fácil, pero, ¿Qué me garantiza que me darás la peluca? Puede ser un truco sucio para conseguir lo que quieres.
-          Pues es como lo que haces tú, juegas a ser hombre para conseguir el amor de ese chico que no tiene carne para ofrecer.
-          ¿¡Acaso lo has visto sin polera!? ¡Dame la peluca si no quieres que te golpee como la otra vez!
-          Yo cumplo mis promesas, pera también quiero que me den algo a cambio, solo dame un beso y listo.
-          Bien, pero no me vuelvas a pedir algo así-Tiago se para y yo me acerqué hasta que mis labios se juntan con los de él. Mientras los segundos corrían, agarré la peluca que sostenía la mano derecha de Tiago.
Pero él soltó la peluca y me agarró la cara con las dos manos e hizo que el beso cobrara vida, flexionaba sus labios con poder y decisión y entre eso, escucho un grito…

-           ¡Amanda!-era Sebastián más que anonadado

Aparté a Tiago de mí, y le di un puñetazo, uno de los buenos.
-          ¡Era sólo un topón idiota aprovechador!
-          Eso es lo que haces con tu enamorado Amy, lo engañas para conseguir un topón, pero un quiere más y más, y tal vez sea, el llegar a la cama.
-          ¡Descarado!-lo empujé y salí corriendo de comedor para alcanzar al Coke, y con peluca en mano esta vez
-          ¡Coke!-grité con todas mis fuerzas
-          ¿Se te ofrece algo doncella?
-          Espera Coke, esto se puede explicar.
-          No lo creo.-se apartó de mí y yo no pensaba dejarlo escapar para provocar malos entendidos, lo agarré de la polera y salió mi yo intimidante. Lo lancé contra los casilleros dejándolo sin posibilidades de escape
-          Escucha amiguito, tendrás que escuchar la historia sí o sí, aunque no quieras.
-          Ya sé que te disfrazas de hombre Amy.
-          ¿Entonces por qué armas tanto escándalo?
-          ¿Será porque te vi besando a un idiota?
-          Sé que Tiago te desagrada desde hace tiempo, pero él me salvó de unos acosadores, pero me quitó algo y tenía que recuperarlo.
-          ¿Y le agradeciste con un beso?
-          Él me obligó, sino, no me iba a regresar lo que tenía mío y él se aprovechó y fue con todo.
-          ¿Y por qué no lo golpeaste?
-          Eso hice cuando saliste corriendo…
-          Ah.
-          ¿Estás más tranquilo ahora?
-          No, porque no puedo entender cómo puedes estar ilusionada con un gay.
-          ¿Ahora comenzarás con eso?
-          ¿¡Por qué no te puede gustar alguien más normal!?
-          Lou es normal…
-          Alguien como yo…
-          ¿Qué?
-          Me gustas hace mucho Amy, y tú no te das cuenta.
-          ¿Será porque no me interesas como pareja? Yo te amo con todo mi ser, pero como amigo, mi segundo hermano. Asique tendrás que buscar otro amor, porque no quiero perderte por una confusión de sentimientos.
-          ¿Acaso lo nuestro no puede surgir?
-          ¡Lo nuestro ya es! Es una linda amistad y casi hermandad.
-          ¡Yo no quiero eso!
-          ¡Pues vas a tener que convencerte! Por favor, no me hagas las cosas más difíciles.
Abracé al Coke y nos quedamos así por unos minutos, siendo observados por el Tiago.

A la hora de almuerzo me senté en la banca de la cancha, estaba soleado y el sol acariciaba mis mejillas y el dorado metal de mi saxo.
Me dieron ganas de tocar una de mis canciones pasadas. Me adentré tanto en la melodía que el tiempo parecía no correr. Cuando abrí los ojos para volver a la realidad, vi al Tiago parado frente a mí.
-          Si te acercas, no seré tan compasiva como antes.
-          No, descuida, las marcas de guerra son lecciones, y me enseñó a no acercarme a ti.
-          Pero qué dices, tampoco es para que me tengas miedo.
-          Quería pedirte perdón, soy un poco impulsivo y los deseos carnales me consumen.
-          Bueno, estás perdonado.
-          Amanda, ten siempre en cuenta de que te voy a cuidar, de muy cerca, y cuando menos te lo esperes, te salvaré de cualquier cosa.
-          Puedo defenderme sola.
-          Como digas, ¿puedes seguir tocando el saxo?
-          Con gusto.
El día pasó rápido y ya había llegado la hora de irse.
-          ¿Cómo pudiste?
-          No sé de que hablas.
-          No te hagas la tonta Nata.
-          Tenía que contarle lo que su “amiga” estaba haciendo.
-          ¿Tú sabías que al Coke le gusto?
-          Sí, y por eso mismo se lo conté.
-          ¿Estás loca? Ahora el Coke cree que estoy ilusionada con Lou.
-          ¿Y no es así?
-          Pues claro que no, no creo que la ilusión se manifieste de esta forma.
-          Yo diría que estás ilusionada.
-          Pues si es así, tú también lo estás con mi hermano.
-          Amy, ya tuvimos esta conversación, déjame en paz.
-          ¿¡Que te deje en paz!? Nata, ¿no te das cuenta de que nos estamos separando? Tú sabes muy bien, que soy la única que te aceptó, te quiso y te acogió, no desperdicies eso.
-          Lo sé muy bien, ¿pero no ves el riesgo que estás corriendo por disfrazarte de hombre?
-          Espera un segundo, ¿no fuiste tú la que me recomendó ese plan?, es más, ¡tú casi me obligaste a hacerlo!
-         
-          ¿No sabes qué responder?
-          No quiero que te pase nada malo, jamás pensé que Lou fuera a bares de la periferia.
-           Ya me atacaron unos travestis, no creo que me pase algo peor.
-          ¡No me habías contado eso!
-          Creo que lo olvidé.
-          Amy, soy muy cruel, no debí de darte esa idea.
-          Ya está hecha, y a todo esto, ¿tienes un celular que no uses?
-          Sí, ¿para qué lo necesitas?
-          Para darle ese número a Lou.
-          Ah, mañana te lo traigo.
-          Gracias Nata.
Al día siguiente, con un nuevo celular, decidí llamar a la hora del recreo a Lou.
-          ¿Hola?
-          ¿Ariel?
-          Sí, ¿Qué tal?
-          No esperaba tu llamada.
-          ¿No querías que te llamara?
-          No, no es eso, creo que me alegraste el día.
-          ¿Algo pasa con Yoel?
-          Digamos que, lo único que hemos hecho es salir a almorzar el fin de semana.
-          ¿Te gustaría ir a un concierto de jazz?
-          ¡Claro!
-          Es el viernes a las diez de la noche.
-          ¿Dónde queda?
-          En la segunda avenida, es un club de jazz con cafetería.
-          Genial, ¿Dónde nos juntamos?
-          ¿Te parece en el Parque de las Artes a las nueve?
-          Perfecto, nos vemos el viernes, adiós.
-          Chao.
Por fin nuestra primera cita. Tengo que perfeccionar mi vestuario.
-          Hola hermano, hola Lou, ¿puedo sentarme con ustedes?-era la hora de almuerzo
-          Claro, ¿y donde están tus amigos?
-          No los he visto.
-          ¿Te comerás tu postre?
-          Obvio, no me lo comas Yoel.
-          ¿Harás algo el viernes Lou?
-          Sí.
-          ¿Qué cosa?
-          Saldré con mi mamá.
-          ¿En la noche?
-          Sí, ¿algún problema?
-          No ninguno.
-          No peleen.
-          No es eso, solo quería saber que iba a hacer mi pololo el viernes por la noche, pero si él no quiere contarme, está bien.
-          Pues no me siento mal en no contarme.
-          ¡Ya basta!
-          ¡Amanda!-aparece el Coke agitado
-          ¿Qué pasa Coke?
-          La Nata está vomitando en el baño.
-          ¿Qué?
-          Apúrate.
Al llegar al baño, la Nata estaba tendida en la taza del inodoro.
-          ¿Te sientes bien?
-          No.
-          ¿Comiste algo en mal estado?
-          No.
-          ¿Entonces qué onda?
-          Estoy enferma, nada más.
-          Vamos a la enfermería.
-          No, déjame aquí, ya estoy mejor.
-          Te traeré un medicamento.
-          ¡No!
-          Natalie, no estás bien, estás muy pálida, te llevaré igual a la enfermería.
-          ¡No quiero!
-          ¡No te estoy preguntando!
Agarré a la Natalie de los brazos y la saqué del baño arrastrándola. Se notaba a simple vista de que no tenía fuerzas ni para mantenerse en pie.
-          ¿Qué onda Amy?
-          ¿Te refieres al porqué llevo a la Nata arrastrando?
-          Además de eso.
-          Sólo vela.
-          Está muy pálida.
-          Sí, y se niega a ir a la enfermería.
-          ¿Natalie?
-          No hagas que se esfuerce demasiado, mejor no le hablemos hasta saber que le pasa.
-          ¿Te acompaño a la enfermería?
-          Si quieres.
-          ¿Qué pasó Amanda?
-          La Natalie está algo débil, vamos a la enfermería, ¿vas?
-          Bueno.
Estábamos yo, el Coke y mi hermano en la enfermería. Esperamos a que la señora nos llamara para darnos el diagnóstico.
-          Amanda pasa.
-          ¿Qué le pasa a mi amiga?
-          Está débil por inanición.
-          ¿Inanición?
-          Sí, hace veinticuatro horas que no come.
-          ¿Pero cómo puede ser posible?
-          Mejor habla con ella, llamaré a su apoderado para que la venga a retirar.
-          Okey.
Corrí la cortina para ver la camilla en la cual la Nata estaba postrada.
-          Nata…
-          Lo sé Amy, estoy haciendo puras estupideces.
-          Sí, ¿Por qué no has comido nada?
-          ¿No ves lo gorda que estoy?
-          Disculpa, pero te veo perfecta, tienes menos rollos que yo.
-          Me siento gorda.
-          Natalie…
La quedé mirando fijo por unos segundos, cuando entra Sebastián.
-          ¿Natalie qué pasa?
-          Nada.
-          ¿Por qué no comes?
-          No tengo hambre.
-          ¡No mientas Natalie!
-          No estoy mintiendo, no tengo hambre.
-          Déjala Coke, no va a reconocerlo.
-          Pero Amy, la Nata está mal, y si sigue así, puede morir.
-          No le pongas drama Coke, la Natalie va a ponerse bien.
Salimos de la enfermería dejando a la Nata descansando con suero.
-          ¿Se pondrá bien?
-          Sí, pero tenemos que actuar.
-          ¿Por qué actuaste como si no te importara?
-          Para ver si reacciona.
-          ¿Qué haremos?
-          Habrá que llevarla al psicólogo.
-          ¿Por qué habrá dejado de comer me pregunto?
-          Estoy convencida que es para llamar la atención y conseguir alguna pareja.
-          ¿Pareja?
-          Sí.
-          ¿Acaso se considera un bicho raro?
-          ¿Bicho raro? Fíjate que somos los únicos amigos que tiene, es un ratón de biblioteca y es algo rara.
-          Yo no lo encuentro rara.
-          Pero a muchos que he oído hablar, sí.
-          ¿Te importan los comentarios de esos idiotas?
-          Para nada, pero a ella sí, le importan mucho.
-          Que tonta es la Naty.
-          He tenido muchas conversaciones con ella tratando de decirle que el resto vale hongo.
-          ¿Y no pesca?
-          Es así.
-          Y si vamos a hablar con sus papás.
-          Deberíamos.
-          ¿Sabrán que está así?
-          No creo, ella es muy inteligente y esconde muy bien las cosas.
-          Pero Amanda, ella no está comiendo, deben de haberse dado cuenta, ¿no?
-          Debe de inventar algo.
-          ¿Qué hora es?
-          La una con treinta.
-          ¿No deberíamos de estar en clases?
-          Pues, eso creo, mejor vamos a la sala.
Estábamos en clase de historia y el profesor es súper gruñón, entonces antes de entrar acordamos quién iba a entrar primero.
-          ¿Por qué vienen llegando a esta hora a mi clase?
-          Estábamos en la enfermería.
-          Hubieran avisado, casi les pongo cimarra interna, siéntense.
Nos sentamos en nuestros puestos y sacamos los cuadernos.
-          Nos salvamos.
-          Sí, jajá.
A las dos de la tarde, salimos de clases y fuimos directo a la casa de la Natalie para hablar con su mamá.
Nos demoramos treinta minutos en llegar a su casa. Tocamos el timbre y nos abre Guillermina, la asesora del hogar, que tiene Natalie desde que nació.
-          ¿Cómo va?
-          Sólo ha tomado agua, no quiere comer la sopa que le preparé.
-          Rayos.
-          ¿Cómo están chiquillos? Han crecido tanto.
-          Nosotros bien, pero preocupados por la inapetente.
-          Traten de que coma algo.
-          Lo haremos.
-          Pasen no más.
-          ¿Dónde está su mamá?
-          Ah no la patrona está ocupada en el teléfono.
-          La esperaremos.
-          Siéntense entonces.
La madre de la Natalie estaba conversando por teléfono, no sé con quién, pero se veía muy exaltada y preocupada. Hasta que colgó y se puso la mano en la frente.
-          Hola señora.-dije apaciguando el ambiente
-          Hola Amanda y Sebastián, gracias por preocuparse por la Naty.
-          Es normal que lo hagamos, es nuestra amiga.
-          Queríamos…-el Coke me topó con el codo en el brazo, y lo miré
-          ¿Estaba conversando con su papá?-dijo el Coke
-          Sí, me estaba culpando como siempre por el estado de mi hija.
-          No se caliente la cabeza con eso señora, queríamos darle tranquilidad porque nosotros la ayudaremos.
-          ¿Qué harán chicos?
-          La Natalie necesita ir a terapia.
-          ¿Terapia para qué?
-          Señora, la Natalie si no se trata será en un futuro cercano anoréxica.
-          ¿Anoréxica dicen?
-          ¿Por qué cree usted que está dejando de comer?
-          No lo sé.
-          Porque en su cabeza se le zafó un tornillo y se siente gorda, siendo que está perfecta.
-          Pero, ¿Por qué quiere bajar de peso? Debe de haber una razón concreta.
-          Quiere llamar la atención de los chicos, y cree que bajando de peso, lo hará.
-          Y está mal.-agregó Sebastián
-          ¿Cuánto cuestan las terapias?
-          No deben de ser baratas, pero es por su bien, hay que averiguar.
-          Gracias chicos, ¿van a pasar a ver a la Natalie?
-          No, es mejor que no sepa que estuvimos aquí.
-          Bueno, entonces gracias por venir.
-          Chao señora.
Después nos fuimos para nuestras casas.





ISA SENSEI

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