mayo 11, 2011

Eres Imposible Segunda Parte

CAPITULO DIEZ

Información; Segunda Cita; Aceptación
Lou le contó a mi hermano sobre la proposición de la directora de ballet. No me mencionó sobre su reacción, pero me imagino que fue de sorpresa. Logré sacarle información de sus avances con Yoel. Bueno, avances no son, sino más bien, intentos.
No quiere admitir que sí quiere volver con él. Yo ya me cansé de hacer que los dos entraran en razón individualmente. Obligué a que Lou invitara a Yoel a una cena “romántica”. Obviamente, no le dijo cena romántica. Fue una invitación a salir. Sólo salir.
Pero ya está planeado, por mí. Irán al restaurant de su primera cita. Esa información se la sustraje a mi hermano hace mucho tiempo. Cuando Lou y Yoel recién se estaban conociendo.
Ahora que lo pienso mejor, jamás supe exactamente donde fue que se conocieron. Pero debería de no interesarme. Ahora debo de mantenerme más al margen de la vida de mi hermano. Siento que así es como quiere que sea nuestra relación ahora. Por cómo me trata, es evidente que aún tiene recelo. No me ha dicho que no quiere que me interese en su vida, o que no lo ayude en algunos temas. Pero puedo deducir su poco apego.
Era sábado. Falta un día completo para que Lou le responda a su directora. Ha ido todos los días a la academia a practicar. Siguen felicitándolo por sus saltos y perfectos lifts. En esa academia hay hombres y mujeres. Partió en uno de puras mujeres. Se reían al verlo. Pero su coraje lo llevó adelante. Ahora en el equipo de bailarines hay seis mujeres y cinco hombres. Y Lou es la estrella. Me imagino que en el tiempo que dejó la academia estuvo practicando igualmente en su casa. Lo doy firmado.
Cerré el libro que leía. Se llama “Los ojos que no ven”. Muy bueno, habla de que las personas que no son ciegas, lo son, y las que son ciegas, ven todo con claridad. Es algo bastante contradictorio, pero cierto.
Decidí levantarme a preparar el desayuno. Lou aún no se hacía presente. Son las diez con treinta y sigue su puerta cerrada. No quise interrumpirlo y fue tranquilamente a tostar un par de rebanadas de pan y hervir agua para dos café con leche.
Toqué su puerta para llevarle el desayuno. No respondía. Me atreví a abrir la puerta. No estaba.
Había una nota en su almohada. Había dejado la cama armada. Impresionante.
Había ido a la casa del Coke. Es obvio que es para encontrarse con mi hermano, y no con el Seba.
Bueno, no me queda más que comerme los dos desayunos. Aprovecharé y saldré.
Llamé a Teo. Nos juntaremos a almorzar y luego a tocar en los buses. Divertido panorama de sábado. Me hará olvidar lo de Paris. No hemos vuelto a hablar sobre eso. Quiero esperar hasta conocer la decisión de Lou. Antes, no haré nada.
Pero sé que la salida de los dos tortolos aún está en pie, y se hará, como lo planeé. Se llevará a cabo el día martes. Esos días hay descuento en el restaurant.
Horas más tarde me junté con Teo. Y sí, era nuestra segunda “cita”. Nos pusimos de acuerdo con lo que íbamos a tocar mientras comíamos. Nuestros gustos musicales eran muy parecidos. Pareciera que Teo me había caído del cielo para vivir con él nuevas experiencias. Y se lo dije. Se rió un montón. Me dijo que yo también le había movido el piso a él. ¿Movido el piso? Se siguió riendo. Sinceramente, este chico tiene algo del Tiago, siento que es igualmente protector que él.
Recaudamos más de dos mil. Bastante para ser nuestra primera vez de dueto. Una segunda cita muy poco romántica, y eso me agrada. Ni ahí con lo cursi o romántico me dijo él. Absolutamente de acuerdo, le respondí.
Nos despedimos dejando lista otra cita para el próximo fin de semana. Llamé a Lou para saber si llegaría luego al departamento, y para preguntarle cómo le había ido en la casa del Coke.
Me contestó algo agitado…y la señal no era buena. Ni idea de donde estaba. Me dijo que había salido con Yoel a conversar sobre lo del viaje. Y su viaje. Contaron sus ganancias, y lo que les faltaba. Averiguaron el costo del pasaje a Francia.
Lou por el solo hecho de ir con la compañía, obtendría estadía, comida y trabajo de una. Pero eso es, porque está trabajando para pagarse todo, además la academia de Milán, tiene bastante espacio para tener invitados.
Pero mi hermano era el problema. Tenía que conseguir alojamiento, comida y tener dinero para pagarse los estudios. Lou le ayudará a pagarse la universidad.
Queda como tarea buscar algún tipo de pensión en Francia. Es posible que la universidad tenga becas de residentes. Sería bueno.
Volvería a las nueve. Dudo que llegue puntual.
Al colgar, en mi consciente pensaba que lo que ganara tocando con Teo en los buses, podría dárselo a Yoel. ¿Será buena idea? No creo que los rechace, si lo hace, lo golpearé.
Llegué a mi departamento. Tiré todo encima de mi escritorio. Me saqué los zapatos y me lancé a mi cama. Respiré profundamente y sonó el teléfono.
Contesté y al otro lado era una voz familiar. ¿Cómo confundir a mi buen amigo Sebastián?
Le conté sobre Teo. Él sobre una chica de la facultad, parece que están juntos, o probando. Platicamos sobre el viaje de Yoel. Y me contó la mejor noticia de todas. Mi hermano dejó el trago. ¡Fantástico! Aún vive con él. Se han hecho inseparables, son uña y mugre. Hablamos como treinta minutos.
Se hicieron las nueve y no llegaba Lou. No es que lo estuviera esperando, pero me preocupa que le pase algo en el camino. Me sigue intrigando el porqué me contestó así de agitado. No será que… ¡Ay! Las cosas que pienso, pero puede que… ¡Basta! Jajá.
Pasaron diez minutos y no se aparecía. Me empecé a preocupar. Agarré mi celular para llamarlo. Pero desistí. Lo esperaré. Si llega, llegará, tarde o temprano. Espero que no le haya pasado nada.
Ahora que recuerdo. Lou no quiere que le cuente a nadie que vive conmigo. Me pregunto si le habrá contado a Yoel eso. Me parece que no lo hará.
Me dediqué a hacer tareas de la facultad. Tenía una del taller de nutrición y otra de la clase de técnica culinaria.
Cuando mis esperanzas se disipaban a las nueve con cuarenta minutos de que Lou llegara, revisaba la alacena para hacer la lista de compras del supermercado. Sentí que la manilla de la puerta giró. Quise jugarle una pequeña broma, porque sabía que era Lou. Apagué la luz de entrada y dejé el departamento en penumbra. Abrió la puerta y me escondí detrás de la puerta. La cerró cautelosamente, no veía nada. Caminó dos pasos, prendí la luz y lo sorprendí con un ¡Bú!
Se asustó un poco. Yo sólo reía.
-          ¡Qué buen humor tienes Amy!
-          Sí, me siento muy bien, ¿Cómo te fue con mi hermano?
-          Am, bien, muy bien.
-          ¿Por qué estabas tan agitado cuando contestaste el teléfono?
-          Eh, es que estábamos corriendo.
-          ¿Corriendo?
-          Sí, corriendo.
-          Bien…-no le creo, para nada le creo.- ¿Quieres algo de comer?
-          No, no tengo hambre.
-          Hm, okey, yo estoy haciendo tarea de la facultad.
-          Ok, no te molesto.
Me regresé a mi cuarto a terminar las tareas. Lou estaba raro. Pero no me preocupa eso. Lo bueno es, que ya no se está cortando, y veo que está más animado. Veo que está recuperándose por la pérdida de su madre.
Se encerró en su habitación. Tenía una sensación de sequedad en mi boca. Pero no porque tuviera sed, sino porque, quería hablar con él. Lo pendiente.
A las once fui a su cuarto. Esperaba que estuviera despierto. Abrí su puerta y tenía la luz apagada, y estaba acostado. Igual pasé.
Me senté en el borde de la cama. Me quedé observándolo. Estaba durmiendo, o dormitando, una de las dos. Tenía una expresión tranquila.
Me volví a mi pieza, y me puse el pijama. Volví donde Lou, y me acosté con él.
Le hablé en el oído. Bajito. Lo abracé y pareciera que hubiera reaccionado. Creo que lo desperté de su pequeña siesta.
-          No quiero que te vayas Lou, pero tengo que dejarte ir.
-          ¿Dejarme ir?
-          Tienes que cumplir tus sueños, y yo los míos.
-          Amanda…yo tampoco quiero dejar esta ciudad.
-          Sigues hablando de la ciudad.
-          A ti tampoco quiero dejarte.
-          No arregles las cosas a último momento.
-          No las estoy arreglando, es verdad Amy.
-          Te extrañaré mucho, me harás falta en esta casa.
-          Aún no acepto.
-          Lou, no nos veamos la suerte entre gitanos.
-          ¿Ah?
-          Aceptarías hasta con los ojos vendados.
-          Bueno yo…
-          ¡Ay Lou! te amo.
Me puse encima de él y lo abracé.
-          Amanda, pesas harto.
-          ¿Te estoy aplastando?
Me levanté y me senté encima de sus piernas. Aún tenía ojos de dormido.
-          Mejor te dejo dormir.
-          No, quédate.
-          ¿Quieres que me quede a darte lata?
-          No me das lata, eres muy buena compañía.
Se sentó y quedamos mirándonos cara a cara.
-          ¿Mañana a qué hora tienes facultad?
-          A las nueve.
-          ¿Levantémonos a las siete?
-          Bueno.
Nos pusimos a dormir uno al lado del otro.



ISA SENSEI

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