mayo 11, 2011

Eres Imposible Segunda Parte

CAPITULO OCHO

Me vuelven loca; Cielos; Decídete
-          Anda a pedir trabajo a esta heladería, me la recomendaron, tiene horarios flexibles.
-          Gracias, iré ahora mismo.
-          Te espero con el almuerzo listo.
-          Te veo luego.
Sí, lo mandé a pedir trabajo en la misma heladería. Donde trabaja Yoel. Era lo que tenía que hacer ahora. Tratar de juntarlos nuevamente, yo los separé, ahora, yo los juntaré. Los dos siguen muy enamorados. Y esa es mi desgracia. Parece que nunca podré enamorarme de otra persona.
Suena el teléfono.
-          ¿Hola?
-          ¡Amy! Soy yo, el Coke.
-          ¡Coke! Tanto tiempo.
-          Sí, tengo muchas ganas de hablar contigo, y con la Nata, ¿te parece juntarnos a almorzar?
-          Bueno…
-          ¿Tenías otro compromiso?
-          Algo así.
-          Podríamos dejarlo para más tarde entonces.
-          Am, no te preocupes, ¿en dónde nos juntamos para almorzar?
-          Vamos a la nueva pizzería.
-          Okey, nos vemos ahí a las dos.
-          Bien, adiós.
Preparé el almuerzo a Lou, y le escribí una nota justificando mi ausencia. Espero que cuando vuelva, no esté cometiendo alguna estupidez. Me da miedo de que se llegue a suicidar o algo parecido.
Me fui rápido.
-          ¿Cómo va todo doncellas?
-          ¡Uf! De todo un poco Seba, tengo un excelente trabajo de medio tiempo en la biblioteca, y tengo novio.
-          ¡Novio! No me habías contado eso Nata, ¿Quién es?
-          Todo a su debido tiempo Amy, cuéntanos mejor sobre ti Coke.
-          Bueno, yo también tengo una pretendiente.
-          ¡Excelente! ¿Cómo se llama?
-          Todo a su debido tiempo.
-          Hm, siento como que estuvieran puro cuenteando.
-          Bueno, el mío se llama Andrés.
-          Mi pretendiente se llama Valeria.
-          ¿Son de sus facultades?
-          Va en mi curso.
-          El mío también.
-          Me alegro por ustedes, lo que es yo, no tengo a nadie.
-          ¿Cómo que nadie Amy?
-          Cállate Natalie.
-          ¿Qué es lo que no sé?
-          Lou está viviendo conmigo.
-          ¡Esto es insólito! ¿Cómo pasó?
-          Su mamá murió y se quedó sin casa.
-          ¿Cómo está?
-          Malísimo.
-          ¿Eso significa que no podemos ir a tu casa?
-          Es que no estoy segura de que él quiera que todos sepan su paradero.
-          ¿Me estás diciendo que lo estás escondiendo?
-          No, no es eso, es solo…
-          ¿Te ha hecho algo raro?
-          ¿Raro? No te pases Seba.
-          Tiene varios tornillos salidos ese.
-          No permitiré que lo trates así, está mal por la muerte de su mamá.
-          ¿Aún lo amas cierto?
-          No te lo voy a decir.
-          Sí lo está, y muy enamorada.
-          ¡Natalie!
-          Es mejor que lo reconozcas en  vez de seguir escondiéndolo.
-          ¡Ay me vuelves loca!
-          Chicas por favor no peleen.
-          ¡Me vuelva loca ese afán de decir todo sin el consentimiento de nadie!
-          Amanda ya para.
-          ¿Creen que me gusta salir a pelear con ustedes?
-          Por eso cálmate.
-          Perdón.
-          Cierra tu boca será mejor.
-          ¿Sabías que tu hermano vive conmigo?
-          Sí.
-          Ayer se veía muy feliz cuando llego a mi casa. Nos hemos vuelto muy buenos amigos, tenemos hartas cosas en común.
-          Mejor dime sus avances con el trago.
-          No ha bebido ni una gota hasta ahora.
-          Me alegro.
-          Yoel sigue loco por él, sabes.
-          Lo sé, lo sé.
-          ¿Y qué harás?
-          Voy a negar mis sentimientos.
-          ¡Ay, eso quiero verlo!
-          Mm.
-          Bueno, a quién se le ocurre enamorarse de alguien imposible.
-          A mí solamente.
-          Que malo por ti.
-          Gracias, siento un apoyo incondicional de ustedes me da ganas de seguir viviendo.
-          Somos así, tus mejores amigos, y nunca te mentiremos.
-          Bueno mejor disfrutemos de la pizza que se enfría.
A veces me dan ganas de ahorcar a estos dos desnaturalizados. Los quiero demasiado pero me vuelven loca. Es lo que hay ahora en la superficie terrestre. Bastardos…
-          ¡Qué rica está la pizza!
Volví al departamento y esperaba no encontrarme con ninguna sorpresa. Mala.
Abrí la puerta y nada de sangre, menos mal. Pero no estaba Lou, o eso parecía. Entonces, vi los platos limpios sin secar cuando él sale del baño.
-          Lo siento por no almorzar contigo, pero ¿leíste la nota cierto?
-          Sí, la leí.
-          ¿Qué pasa? ¿Por qué tienes esa cara? ¿no te contrataron?
-          ¿Por qué no me dijiste que ahí trabajaba Yoel?
-          Es que no sabía eso.
-          No me mientas por favor.
-          No te miento.
-          Sí me contrataron.
-          ¡Qué bueno! ¿Cuándo empiezas?
-          Mañana.
-          ¡Qué bien!
-          Te podrás librar de mí por fin.
-          ¿Qué? Deja de decir tonterías quieres.
-          ¿Quieres que Yoel y yo nos juntemos nuevamente?
-          ¿De qué hablas? Tu mismo me habías dicho de que eso era un caso perdido.
-          Lo sé, pero tú eres capaz de cualquier cosa a estas alturas.
-          No sé de qué hablas.
-          ¿Seguirás evadiendo?
-          Sí, porque tengo derecho a guardar silencio.
-          ¡O sea que es verdad que quieres juntarnos!
-          Yo no he dicho eso.
-          Qué predecible eres.
-          Mejor concéntrate en ganarte el pan, tantos amoríos te envenenará.
-          ¿Y qué me dices de ti? Hasta donde sé, nunca has pololeado, y estás envenenada.
-          ¿Envenenada? Yo estoy perfecta sin nada, ninguno vale mi tiempo.
-          ¿A no? A ese paso, morirás sola, el veneno te corroerá.
-          Ya basta no quiero escucharte, me voy a duchar y más te vale de que no entres.
-          ¿Acaso no te gustó ver mi amigo?
-          Eres el gay más raro que conozco.
Se quedó en silencio. Me fui al baño.
Esperaba que no pasara lo mismo del otro día. El estrés me estaba consumiendo y las ganas de que nada hubiera pasado me invadían.
Abrieron la puerta y luego sentí que corrían la cortina del baño. ¡Carajo dije que no!
-          ¡Eres un puto terco Lou!
Me toma de la cintura y me aprieta fuerte contra él.
-          ¿Qué te sucede idiota? ¡Te dije que no me molestaras! ¡Suéltame!
-          No quiero.
Tenía una mirada cariñosa, una de esas que te llenan de tranquilidad y que te dicen que todo está bien, porque estoy contigo. Pero no estaba convencida.
-          Lou, por favor, déjame.
Seguía sin decirme nada y solo me miraba. Sus manos comenzaron a subir lentamente por mi abdomen. Se detuvieron al llegar a mis pechos. Él los miraba con avidez y vacilación. Sus manos palpitaban.
-          No sé porque este cuerpo tan bello debe de desperdiciarse.
-          Apártate Lou.
Más tarde tomamos té y preparamos un queque. Traté de olvidar lo que me había dicho dentro de la tina, pero era inútil. Seguían rondando esas palabras, y no paraba de mirarme con esos ojos de abrazo. ¿Qué pasará si vuelven? Me quedaré sola otra vez. Pero es lo correcto. ¿Será verdad de que estoy podrida? El no tener amor, ¿significa putridez? ¡Qué destino les deparará a los solteros entonces! Tonterías, eso son.
A las diez me fui a dormir. Mañana comienzan mis clases a las ocho, y necesito estar despejada de toda clase de cosas extras.
Soñé que estaba sola en una casa gigantesca. Al lado, estaba Lou y Yoel, como recién casados, en una casa de paja. Yo les gritaba pero no me escuchaban. Gritaba, y gritaba nada más, no hacía otra cosa.
Mientras Amanda dormía, Lou se había despertado. Había ido a buscar un vaso de leche y con indecisión se atrevió a entrar al cuarto de ella. Seguía mirándola con esos ojos que había descrito ella. ¿Cuáles serán las verdaderas intenciones de este chico con Amanda? ¿Seguirá tan enamorado de Yoel? ¿O será que…?
Se puso en cuclillas y posó sus manos en el borde de la cama de Amanda. No quería despertarla. Quedó contemplando sus párpados cerrados y serenos, llenos de paz, calma y sosiego. En la almohada había huellas de saliva absorbida. Sus labios estaban secos. Se acercó más a ella. Sus deseos de…lo quería hacer, se apreciaba a simple vista. ¿Por qué? Lo quería hacer. Se acercaba más. El vaso de leche estorbaba, lo quiso posar en la cómoda. Estaba más lejos de él. Tenía que acercarse demasiado ahora a ella. Lo hizo. El vaso crujió y ella abrió sus ojos. Él estaba muy cerca. Se asustó.
-          ¡Hey! ¡Estúpido! ¿Pretendes matarme de un susto? ¡Cielos!
El chico…así es, lo quería hacer. Algo en él, lo llamaba. Esa incontinencia. Quería…
Se acercó decisivamente a la chica. Ella estaba apoyada en la pared, aún alterada con la mano entre los cabellos. El chico se subió a la cama, la rodea y le chanta.
La besó.
Permanecieron unidos por largo tiempo. Algo andaba mal en él, arrepintiéndose, se separó bruscamente de ella y corrió hacia su habitación.
Aún ella no comprendía pero lo siguió. Estaba agachado en el piso agarrándose la cabeza tratando de sacar sus pensamientos. Amanda se sentía perdida en el vacío, con millones de letras y palabras escritas en un pizarrón blanco, todo lo antiguo había desaparecido, y algo nuevo se escribió. Él deseaba borrarlo a toda costa. Entonces, afloró la comprensión.
-          ¿Lou, estás bien?
-          No, acabo de cometer una locura.
-          ¿Locura?
-          Estoy enfermo, eso es.
-          Me gustaría que te pararas del suelo.
Se levantó y su rostro estaba cubierto de lágrimas.
-          ¿Por qué lloras?
-          Me estoy contradiciendo a mi mismo…es terrible.
-          ¿A si? Yo no veo que hay de malo.
-          ¡Soy gay Amanda!
-          Pues tú también me haces confundirme.
-          ¡Ves estoy está pésimo!
-          ¡Decídete de una buena vez! ¡Ya no quiero más esto!
-          Amanda…
-          Me siento terriblemente perdida, trato de olvidarme de ti, pero es ineficaz, no puedo. Y ahora, vas y me besas. ¡Basta ya!
-          Lo siento, ¡soy un tonto!
-          Lo eres.



ISA SENSEI

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